Última actualización noviembre 22nd, 2024 7:38 AM
Habrá quienes sostengan que persisten intocables las muestras de machismo a ultranza de hombres émulos de Tobi, en las que la mujer no tenía ni tiene cabida. Frente a la discriminación abierta, ofensiva y no sujeta a ningún escrutinio ni a un juicio de ninguna naturaleza –ni hablar de castigo alguno-, la mujer ha nutrido sus expectativas de desarrollo y aquel círculo exclusivo para hombres se ha reducido notablemente. Si bien, no se ha roto por completo, estamos en un escenario de una mayor sana competencia de capacidades, en la mayoría de los casos. No es propósito contribuir a levantar otro muro en el que ahora, las mujeres formen un hipotético “Club de La Pequeña Lulú”, en el que el “hembrismo” nos lleve de vuelta, a la lucha feroz de géneros.
CIUDAD DE MÉXICO (07/03/2023).- Ya es menos frecuente. En realidad desconozco si sucede en otros países, pero en México a ciertos individuos se les acredita pertenecer al “Club de Tobi” cuando deliberadamente y hasta de manera cruel segregan a las mujeres de su círculo de estudio, o familiar, de amistades, de trabajo y hasta de parrandas.
Algo así como un ritual de iniciación hacia la hombría o hacia su reafirmación.
Este singular club o su denominación, probablemente surgió en referencia a una revista impresa creada en Estados Unidos en 1935 y editada en español en México. Se llamaba “La Pequeña Lulú” y caricaturizaba en un barrio popular las relaciones de niños que 25 años después, en el apogeo de ventas, en la revista no dejaban de ser infantes.
Uno de los papeles principales lo representaba Tobi, un niño regordete con innegable liderazgo en una cuadrilla de chamacos que tenían inyectada la consigna de evitar a toda costa la intromisión del género femenino, en este caso niñas, en sus pláticas y reuniones.
En la parte excluida figuraba, es cierto, la pequeña Lulú, nombrada con ese adjetivo en español, pero que era un personaje estadounidense empeñado en romper ese círculo que ofendía, pero que increíblemente no incitaba a la venganza violenta. Increíblemente, porque ahora el desquite es lo natural.
Habrá quienes sostengan que, de plano, persisten intocables las muestras de machismo a ultranza de hombres émulos de Tobi, que antes que renunciar a sus espacios de poder y decisión, se montaban –y a decir verdad, se montan todavía, aunque con menos pasión- en posiciones irreductibles, en las que la mujer no tenía ni tiene cabida.
Este ambiente de desprecio permeó durante décadas, sostenido sobre la tesis de que el histórico espacio vital de la mujer, fuera o no capacitada para tareas de alta responsabilidad y dirección, su espacio vital, repito, se reducía a la cocina, y con trapos y escoba para la limpieza como herramientas de trabajo; y en rigor, como símbolos de alta marginación en el círculo familiar, que ha sido lo más humillante, y en lo social.
Por las evidencias públicas de la participación cada vez más amplia de la mujer en las esferas de poder empresarial, político, profesional y administrativo, aquel círculo exclusivo para los hombres se ha reducido notablemente, si no bien, no se ha roto por completo.
Y me parece que no sólo en México. Hurguemos en el acontecer mundial y lo podemos corroborar con el hecho de que aún nos encontramos en medio de un fenómeno mundial lacerante y enfermizo en el que se persigue, se lastima y se asesina a la mujer por el hecho de ser mujer… y peor, si es mujer empoderada, como se le suele denominar ahora.
La aturdida idea de que una mujer con educación no tenía más destino que poner a prueba su licenciatura o su doctorado como expertas en administración hogareña y del campo o de manufactura en las fábricas, sólo arreció un ambiente de guerra de géneros, cuando en realidad es posible –y así se ha modificado- un entorno si no de completa armonía, sí de géneros complementarios, el uno al otro, en el terreno profesional, administrativo, empresarial y político.
Habrá sus excepciones, principalmente en donde impera su segregación como resultado de usos y costumbres, muy respetables, pero que también muestran a las etnias con rasgos de intolerancia y, sí, de “hombrismo” extremo.
Debo aclarar que no es despreciable, de ningún modo, el desempeño femenino en tareas hogareñas, de transformación y producción, incluso donde se necesite la fuerza, pero sí lo es cuando se usa para ofender y caricaturizar, como Tobi a Lulú.
Frente a la discriminación abierta, ofensiva y no sujeta a ningún escrutinio ni a un juicio de ninguna naturaleza –ni hablar de castigo alguno-, la mujer ha nutrido sus expectativas de desarrollo. Se ha empeñado en que se entienda que sabe construir, diseñar, que es estratega y audaz… que se sepa que el mundo también es de cabronas…
Un amplio sector de la población podrá estar de acuerdo en que las diferencias de género obedecen a una cultura generacional que influye o es decisiva en las conductas masculinas frente a las conductas y habilidades femeninas.
Es un asunto de generaciones con distintas concepciones de la vida y de su relación no sólo íntima, laboral y social con la mujer… Es la cultura por el respeto, por la igualdad y la fraternidad entre géneros… por más que se escuche esto cargado de romanticismo.
Me parece que estamos en un escenario de una mayor sana competencia de capacidades, en la mayoría de los casos, cuando hasta hace poco se imponía el insulto, el hostigamiento y el desprecio como sinónimos de poderío o dominación.
Fijémonos, en un repaso obligado, que la brecha de la segregación de la mujer en aspectos de la vida nacional se ha reducido.
Hablamos, por ejemplo, de que el Congreso federal, un escenario nítido de exhibición de capacidades femeninas, configura un cercano imperio de mujeres: 48.2%, de 500, son diputadas federales, y 50.8%, de 128, son senadoras…. Algunas, en su papel: cuestionadoras. Otras, cuestionadas… pero todas en espacios de poder y de compartida conducción de un país. La diferencia es abismal, si tomamos en cuenta que antes de 1953 ni siquiera estaba facultada constitucionalmente para votar… un derecho en ese entonces, exclusivamente masculino.
Otra pincelada de este cuadro maravilloso llamado México, lo representa el 49.2% de diputadas en los congresos estatales, mientras que en los municipios fungen alrededor de 40% de mujeres en las sindicaturas y 40.5% son regidoras en los 2,446 municipios en que está dividido el territorio nacional.
Persisten, sin embargo, importantes desequilibrios. Ocurren en las presidencias municipales. De aquel total, hasta 2019 sólo el 22.77% eran ocupadas por mujeres. También en el gabinete del Poder Ejecutivo Federal que está compuesto en 36.80%, por mujeres.
Y qué decir de la mujer empresaria… aun cuando su perfil es de emprendedora hasta la pared de enfrente… leal a sus responsabilidades y dispuesta al sacrificio hasta familiar, a cambio del éxito.
Datos recientes refieren un escenario que apenas alcanza el 20% de mujeres emprendedoras… porcentaje aún desequilibrado, pero mucho muy importante si se comprende que apenas el país se deshace del estigma social e histórico hacia la mujer como responsable exclusiva del “trabajo doméstico”. Aún así, las cifras oficiales exhiben que “el valor económico del trabajo no remunerado de las mujeres puede alcanzar 4.4 billones de pesos al año”.
A manera de un ajuste final, es necesario precisar:
No es un propósito contribuir a levantar otro muro tras el cual sean ahora las mujeres las que conformen un hipotético “Club de La Pequeña Lulú” que nos conduzca a enterrar a Tobi y hacer fiesta por el “hembrismo” surgido como por generación espontánea. Y vamos de vuelta, a la lucha feroz de géneros.
Habrá quien abogue por ello. Pero habrá que indagar si es en verdad por la reivindicación de la mujer en sus derechos y libertades…
… o por venganza de género, simple y llana.
De ahí que por esos odios y hasta motivaciones políticas sin escrúpulos, se han acuñado otras “personalidades” y personas denominadas como fervientes “feminazis”… operativamente alquiladas para despreciar, golpear, humillar e insultar.
Habrá quienes sostengan que persisten intocables las muestras de machismo a ultranza de hombres émulos de Tobi, en las que la mujer no tenía ni tiene cabida. Frente a la discriminación abierta, ofensiva y no sujeta a ningún escrutinio ni a un juicio de ninguna naturaleza –ni hablar de castigo alguno-, la mujer ha nutrido sus expectativas de desarrollo y aquel círculo exclusivo para hombres se ha reducido notablemente. Si bien, no se ha roto por completo, estamos en un escenario de una mayor sana competencia de capacidades, en la mayoría de los casos. No es propósito contribuir a levantar otro muro en el que ahora, las mujeres formen un hipotético “Club de La Pequeña Lulú”, en el que el “hembrismo” nos lleve de vuelta, a la lucha feroz de géneros.
Con más de 40 años de experiencia en el campo del periodismo Lorenzo Delfín, Premio Nacional De Periodismo 1989 del Club De Periodistas en el género de "Encuesta", cuenta con una amplia trayectoria en medios de comunicación en la que destaca la dirección del periódico El Día, donde también fue miembro de los consejos Editorial y de Administración. Periodista especializado en política, fue reportero de diversas “fuentes” en el entonces Distrito Federal, ahora Ciudad de México, como el Comité Directivo del PRI; delegaciones políticas; la Asamblea de Representantes; el Departamento del Distrito Federal; el Congreso de la Unión y Partidos Políticos. Asimismo, cubrió procesos y campañas electorales, tanto a nivel federal como en diferentes estados de la República; además de cubrir municipios del Estado de México.
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