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Jul 21, 2014 Damián Amaya Innovación Competitiva Comentarios desactivados en Los agentes y convergencias de la innovación
Mientras una empresa busca competitividad con proyectos fondeados de innovación, un clúster industrial trata de catalizar el crecimiento de un sector, un estudiante de doctorado investiga el impacto de las instituciones en la innovación y un estudiante de ingeniería resuelve la misma triste viga simplemente apoyada en su libro; en México pareciera haber todavía espacio para que todos éstos elementos converjan y se logre que los beneficios de la innovación lleguen hasta la sociedad.
La innovación industrial a la que me refiero crea brechas de competitividad y rentabilidad en las empresas para posibilitar mejores inversiones en capital de trabajo y capital humano generando así beneficios por mejores empleos y mayores ingresos. Sin empresas no hay empleos, sin mejores rentas difícilmente habrá mayores inversiones, sin resultados en desarrollo tecnológico no podemos aspirar a contar con generaciones de empresarios convencidos de competir por innovación lograda con la agudeza y talento de su gente.
Al menos en Nuevo León (región donde resido), existe una cantidad importante de agentes relacionados con la innovación industrial: carreras de ingeniería, maestrías en innovación tecnológica, en innovación de negocios, en ingeniería del producto, centros de investigación, parques de innovación, clústers industriales, doctorados en política pública para la innovación, institutos de innovación, centros de vinculación tecnológica y muchos programas e incentivos para colaborar en el esfuerzo de la innovación industrial.
Seguramente existen muchos casos similares en el país, sin embargo, aún con todos los agentes existentes no podemos decir con absoluta franqueza que a nivel país hemos logrado la innovación al punto que la sociedad pueda gozar de sus beneficios. Lo que sí podemos asegurar con certeza es que tenemos más millones para convocatorias, más programas académicos que usan y abusan de la palabra ‘innovación’, más profesionales investigando la política pública de la innovación, más oficinas de transferencia de tecnología y más instituciones y esfuerzos orientados hacia la innovación.
¿Qué falta para que todo ese potencial converja?
Contar con todos esos elementos sin converger en México es como arrastrar vergonzosa y ruidosamente un chasis por la calle, con una caja con llantas sobre él, un motor desconectado encima y un bote con gasolina colgado del cuello esperando llegar primero que los demás países a la meta de mayores beneficios. Además, si nuestro grado de entendimiento y dominio del fenómeno de innovación regional industrial es bueno, representaría llevar esos elementos cuesta abajo de lo contrario significaría arrastrarlos cuesta arriba.
¿Qué pasaría si los estudiantes de ingeniería aprenden mecánica de materiales no resolviendo el dibujito de la viga rectangular del libro, sino dibujando y calculando el esfuerzo de una sección rectangular de un álabe del impulsor de una bomba de una empresa que visitaron?, ¿aprenderían diferente?, ¿resultaría una generación de ingenieros mexicanos más proclives a cuestionar, a aportar?
¿Qué pasaría si doctorandos de política pública de innovación realizan su tesis de tres a cinco años, caracterizando el fenómeno de innovación en los clústers, mapeando causas y efectos desde que una empresa somete el proyecto de innovación a una convocatoria y después de tres a cinco años termina cumpliendo o no la proyección financiera con que impactó originalmente a los evaluadores?, ¿tendríamos un mejor entendimiento del fenómeno de innovación?, ¿se sugerirían mejores políticas públicas?
En ingeniería química existe algo llamado ‘balance estequiométrico’, basado en la ley de la conservación de la energía: durante una reacción compara la cantidad de reactante, reactivo y producto de la reacción antes y después para asegurar que nada falte o que nada se haya creado por arte de magia. Con la estequiometría y la eficiencia de la reacción suele identificarse también la cantidad de reactivo que quedó sin reaccionar a pesar de que la reacción se haya logrado. En nuestro ecosistema de innovación, ¿tendremos ‘reactivos latentes’ entre los agentes del ecosistema?, ¿capacidades sin aprovechar?
Si además de las vocaciones individuales de los agentes relacionados con la innovación, nacieran iniciativas que orientaran hacia un mismo foco las capacidades latentes (‘reactivos latentes’) de la innovación entre los agentes, entonces podría llegarse a la convergencia sin sufrir lo protocolario de la colaboración institucional, puesto que esas capacidades latentes no interfieren en el objetivo del agente (o de la reacción) sea éste una universidad, un centro de investigación, un clúster o cualquier otro agente que debe celebrar ritos protocolarios para colaborar con otras entidades hacia un mismo fin no pudiendo resolverlos en algunas de las ocasiones (por irónico que esto resulte).
¿Sería provechoso que los agentes converjan hacia un esfuerzo permanente enfocado a caracterizar el fenómeno de la innovación industrial, aprovechando que todos los años se presenta ese fenómeno? ¿Se podría hacer algo pragmático empleando las capacidades latentes del ecosistema para no sufrir los usos y costumbres de lo protocolario?
Si lo abordamos con una estrategia de ‘células’ o ‘unidades mínimas necesarias’ de arreglos de capacidades latentes hacia un mismo fin y activamos varios al mismo tiempo (como cómputo distribuido), estaríamos ante una dinámica de iteración múltiple, de ‘elementos finitos’, con buena fidelidad y evolución en tiempo real, lo cual ayudaría a que los modelos del éxito de la innovación industrial se fueran optimizando a partir de lo pragmático, desde lo real, no desde lo teórico o desde lo ajeno y llegar después de ‘n’ iteraciones a donde la curva se vuelve asíntota para generar los resultados constantes que tanto necesitamos.
Es muy probable que encontremos alumnos con deseos de cuestionar más en la ingeniería, doctorandos de política pública de innovación batallando para definir sus temas de tesis, empresas con oportunidades de practicar la innovación sin tener quien la quiera practicar; lo que no es muy probable es que encontremos esfuerzos convergentes por domar el fenómeno de la innovación entre nosotros mismos los agentes que formamos parte del ecosistema. Lo irónico es que somos nosotros los que más podríamos contribuir por tener conocimiento de causa de las irracionalidades, los pragmatismos, las realidades y los mitos que se presentan a nivel de piso en nuestra industria donde ultimadamente deberán de manifestarse los resultados del modelo.
No es necesario iniciar con un esfuerzo de escalas monumentales, bombo y platillo; a nivel piloto la unidad básica (o el elemento finito) podría ser un clúster, que integre tesistas de política pública en innovación en los proyectos de innovación y desarrollo, estudiantes de un curso de ingeniería que no sólo sus tesis, sino sus tareas hayan sido relacionadas con la industria en la innovación; todos con el mismo fin de crear un círculo virtuoso que con el tiempo comprenda, mejore y alimente los resultados de la innovación industrial en cada ciclo después de entender de manera objetiva lo sucedido.
¿Qué falta para que converjan las capacidades?¿Qué podríamos hacer y con qué instancias podemos contribuir para ser más actores que espectadores en la innovación de nuestra región?
Mientras una empresa busca competitividad con proyectos fondeados de innovación, un clúster industrial trata de catalizar el crecimiento de un sector, un estudiante de doctorado investiga el impacto de las instituciones en la innovación y un estudiante de ingeniería resuelve la misma triste viga simplemente apoyada en su libro; en México pareciera haber todavía espacio para que todos éstos elementos converjan y se logre que los beneficios de la innovación lleguen hasta la sociedad.
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